Nicolás Carrillo
“El capitalismo moderno de mitad de siglo fue el de grandes centros de encierro:
primero la familia, la escuela, el cuartel; a continuación la fábrica; cada cierto tiempo el hospital y, a veces, la cárcel. Este capitalismo fue el sucesor de las conocidas sociedades de soberanía, donde se gravaba la producción más que la organización de la misma. Esto que llamamos las sociedades disciplinarias del capitalismo moderno son nuestro pasado inmediato. Actualmente, estos centros de encierro mencionados atraviesan una crisis generalizada, porque actualmente estamos en las conocidas sociedades de control que sustituyen a las disciplinarias. Tenemos un control al aire libre que son los posteriores al período de los sistemas cerrados. No cabe decidir cuál es más duro o mástolerable o mejor. Sólo nos cabe buscar nuevas armas para enfrentarlos. Los encierros son moldes, mientras que los controles, la sociedad de control, constituyen una modulación, una especie de moldeado autodeformante que cambia constantemente. En la sociedad de control: la fábrica es sustituida por la empresa. La empresa es un alma, es algo etéreo que impone una modulación de cada uno de los salarios. La empresa construye entre los individuos una rivalidad interminable, a modo de sana competición, y un esquema de formación permanente que tiende a sustituir a la escuela. La sociedad disciplinaria siempre había que volver a empezar: se terminaba la escuela, empezaba el cuartel, después venía la fábrica. En la sociedad de control, nunca se termina nada. La empresa impone la formación permanente.
Las sociedades premodernas llamadas de soberanía operaban con máquinas simples. En el capitalismo moderno, se equiparon con máquinas energéticas. Actualmente, con máquinas informáticas y ordenadores. Estamos en una profunda mutación del capitalismo. El capitalismo moderno era un capitalismo de concentración. El actual es un capitalismo de superproducción que se dedica a la venta de servicios. No es un capitalismo de producción, sino un capitalismo de productos. El instrumento de dominación actual es el marketing. El hombre ya no está encerrado, sino endeudado. Hay una gran masa de la humanidad que es demasiado pobre para endeudarla, demasiado numerosa para encerrarla. Vivimos en un mecanismo de control con medios abiertos. Pues la lógica del encierro disciplinario de la etapa anterior está en crisis. Vivimos un nuevo régimen de dominación.
El actual capitalismo construye un esquema eficiente de subjetivación y de sometimiento. Las coacciones externas eran características del capitalismo
industrial, ahora los trabajadores, se someten a coacciones internas, las del rendimiento y la optimización. La libertad de poder hacer genera coacciones mayores al disciplinamiento de la sociedad moderna. Las coacciones que provienen del “poder hacer” son ilimitadas. Hoy la libertad se convierte por diferentes vías en coacción. El sujeto del rendimiento se pretende libre, pero es en realidad un esclavo
que se explota a sí mismo en forma voluntaria. La verdadera libertad se da en una relación lograda, en una coexistencia satisfactoria. La libertad es una palabra relacional. Ser libre significa estar entre amigos. Ser libre no significa otra cosa que realizarse mutuamente.
La libre competencia que descansa en la idea de la libertad individual es sólo una relación del capital consigo mismo como otro capital. El capital realiza su reproducción por medio de la competencia. La “libertad individual” es una esclavitud en la medida en que el capital la acapara para su propia proliferación. Para reproducirse el capital explota la libertad del individuo. Por medio de esta supuesta libertad individual se realiza la libertad del capital.
Marx decía que las fuerzas productivas entraban en contradicción en algún momento con las relaciones de producción dominantes. El capitalismo, precisamente por esta condición intrínseca de carácter permanente, escapa hacia el futuro. Muta en forma de neoliberalismo o capitalismo financiero con modos de producción
pos industriales. Este neoliberalismo convierte al trabajador en empresario. Cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. La lucha de clases se transforma en una lucha interna consigo mismo. Genera un aislamiento del sujeto del rendimiento y esto no conforma ningún “nosotros político” con capacidad de acción común. En el régimen de explotación ajena era posible que los explotados se solidaricen y se generaban relaciones de dominación represivas. En el régimen neoliberal actual la auto explotación uno dirige la agresión hacia si mismo.
A partir de ahora, no trabajamos para nuestras necesidades, sino que el capitalismo nos genera las necesidades. El capital se erige como una nueva trascendencia, como un nuevo Dios. La entrega de datos que damos en las redes sociales no sucede por coacción, sino por una necesidad interna. Ahí reside la eficiencia del nuevo panóptico. El neoliberalismo convierte al ciudadano en consumidor.
El votante, en cuanto consumidor, no tiene un interés real por la política, sólo reacciona de forma pasiva, refunfuñando y quejándose. Los políticos actúan de la misma manera con la lógica de consumo. Tienen que proveer la transparencia que se le exige a la política, es todo menos una reivindicación política, porque no se exige transparencia frente a los procesos políticos de decisión real. Lo que se
quiere es desnudar a los políticos para desenmascararlos, para convertirlos en objeto del escándalo. No hay reivindicación de ciudadanos con iniciativa política, sino de espectadores pasivos. La participación tiene lugar en la forma de reclamo y queja. La sociedad de la transparencia, que está poblada de espectadores y consumidores, funda una democracia de espectadores. Cuanto mayor es el poder, más silenciosamente actúa. El poder del neoliberalismo adquiere una forma sutil, flexible, inteligente, y escapa a toda visibilidad. Es un aparente poder amable que es más poderoso que el poder represivo. El régimen neoliberal se comporta como un alma. De ahí que la psicopolítica sea su forma de gobierno.
El poder del soberano, la tapa premoderna, fue el poder de la espada. El poder moderno del capitalismo industrial era el poder disciplinario, la imposición completa de la vida. El poder actual descubre la psique como fuerza productiva y avanza en formas de producción y materiales incorpóreos, objetos no físicos, informaciones y programas. El cuerpo es liberado del proceso productivo inmediato y se convierte en objeto de optimización estética.
El individuo actúa de tal modo que reproduce por sí mismo el entramado de dominación que es interpretado por él como libertad.
La pandemia aceleró una tendencia: la forma de vincularse digitalmente y también el
aumento de los padecimientos psicoemocionales. Se modificó la forma en que se organizan muchos trabajos, parte de los consumos, la comunicación, la vinculación y la integración compulsiva en los entornos digitales, así como también el endeudamiento. Es un mundo asignado por la caída del empleo y los salarios, con una mayor concentración de la riqueza. Por consiguiente, el endeudamiento, la virtualización de los procesos de consumo, la caída salarial, la concentración de la riqueza, la digitalización de la vida socioafectiva componen el núcleo del capitalismo en esta etapa.
No obstante, los sectores dominantes consiguen dar estabilidad al orden social con
mecanismos culturales y logran organizar la gestión de las acciones, emociones,
expectativas y comportamientos del común para así garantizar la reproducción del orden social. Hay que indagar acerca de los dispositivos de sujeción, dominación
y de subjetivación desarrolladas al interior del neoliberalismo, donde las experiencias vitales quedan determinadas por principios de mercantilización, financierización, entretenimiento, virtualización y rendimiento.
La circulación de sentido en la etapa industrial moderna fue por la oralidad, y eso logró la estabilización del orden de las cosas. La organización del universo
simbólico en la actualidad es la imagen, que ha sido colocada en el centro de los principales procesos de producción de significados sociales. La imagen, a través de la pantalla, da sustento a lo real y es asumido como lo verdadero en nuestras vidas.
Las corporaciones globales son las que controlan el espacio privado de producción de objetos y servicios y aspectos simbólicos, y así mismo, alteran la posibilidad de comprender la función de los dispositivos que hacen efectivo el ejercicio de poder de una parte de la sociedad sobre otra. El capital requiere una estructura estatal raquítica que permita los flujos de capital moverse libremente. El nuevo requerimiento es modificar los modos de gestión de los comportamientos sociales.
El dominio de la naturaleza por parte de los hombres no significa el entendimiento de las relaciones de poder que existen en el sistema productivo. Los años setenta se
caracterizaron por la expansión de la cultura como coexistente a la economía misma, como signo complaciente de esta segunda naturaleza. Se avanza así con la generación del sentido estético de la vida y de las pautas de belleza.
El consumo está centrado menos en las cosas en sí que en la idea o concepto que ese objeto representa. Con la proliferación de imágenes, emociones, diseño y elementos tamizados por la zaranda de la forma estética, una generación de dispositivos culturales productores de representaciones y sentido de vida sostienen el orden de las cosas.
La noción de transgresión fue absorbida por la industria cultural dominante, sumada a la pérdida de sentido activo de la historia en la elaboración de identidades sociales. Antes, la realización humana vinculaba el “ser” al “tener”; la propuesta de una estetización en clave instrumental utilitaria abrió paso a la forma de sujeción del “poseer” al “aparentar”. Por tanto, al subsumir la producción cultural dentro de la producción mercantil, se avanza en la estetización de la existencia.
La fantasía es la que disimula la figura antagónica, diluye las demarcaciones sociales con absoluta fluidez, por las supuestas múltiples opciones de consumo. No hay problema con la diversidad o inclusión, ya que están sometidas a la lógica de consumo diferenciado, aunque sí con el lenguaje de la lucha de clases. Esta sería la manera en que el conflicto es licuado de la realidad.
Esta etapa neoliberal se caracteriza por una absoluta fluidez en el acceso a los bienes, un sinfín de los más variados objetos. La limitación en el acceso a lo exclusivo no es infranquilable; es posible abolir las jerarquías en el acceso,
observando siempre la originalidad y la capacidad de compra. Mientras
que relaciones de propiedad estratifican rigidamente a todos, estas bocanadas de consumo generan cierta certeza de integración bajo la modalidad de diluir las fronteras sociales. Esta fluidez asociado a la organización de la temporalidad de la existencia a un presente perpetuo genera que la desigualdad deje de ser percibida como injusta. Se avanza en la autopromoción en las redes sociales y cada individuo se percibe como único y original, tanto como los objetos que consume.
LECTURA COMPLEMENTARIA:
- CONVERSACIONES, Gilles Deleuze.
- PSICOPOLÍTICA – Byung Chul Han.
- LA FANTASÍA NEOLIBERAL, Carlos Gracian.